Estructura y Función de la educación pre-hispánica: Tupis, Aztecas e
Incas.
El texto de Gregorio Weinberg sobre la educación pre- hispánica nos permite caracterizar la estructuración y las funciones que al interior de las comunidades tupi, azteca e inca cumplía la educación.
Los tupi eran un pueblo originario de la selva amazónica que se extendió hasta la costa del Atlántico, el cual poseía un modelo educacional fundamentado en la familia y la imitación, y orientado hacia formas prácticas de conocimiento. Se estructuraba sobre tres fundamentos: valor de la tradición, que permitía reproducir conductas y comportamientos; valor de la acción, que permitía poner a la acción como la forma esencial de aprendizaje; y el ejemplo, entendido como la herencia y utilidad de los antepasados y las tradiciones. Estos fundamentos y los procesos de socialización, permitían satisfacer tres funciones esenciales: dominación de las generaciones antiguas sobre las jóvenes, reproducción cultural, e integración del sistema psíquico al sistema social. Una característica esencial se este modelo es la escasa diferenciación de conocimientos y labores entre sus integrantes.
Por su parte los aztecas habitaron Mesoamérica, y se caracterizaron un alto desarrollo político-social. Su modelo educacional se basaba en la diferenciación de género: los hombres para la guerra, la mujer para labores domésticas (Weinberg, 1995) y por condición social. Los hombres de estamentos superiores recibían su educación en los calmécac que les entregaba el conocimiento necesario para dirigir la sociedad azteca. A su vez, los hombres de estamentos inferiores recibían su educación en los telpochcalli donde se les adiestraba esencialmente para la guerra. Se observa por tanto que las clases dirigentes recibían un conocimiento que puede ser definido como intelectual, mientras que las clases bajas un conocimiento eminentemente práctico. Ambos establecimientos estaban a cargo de Estado, el cual imponía la obligatoriedad de la educación.
Finalmente los Incas, que habitaron en un territorio que comprende desde el actual Perú hasta el norte de Chile y que alcanzaron niveles de desarrollo similares a los aztecas, poseían un modelo educativo orientado a la socialización y a la consecución de fines políticos, destacándose su lenguaje (quechua) como instrumento de unificación y dominación. La estratificación de su modelo educativo respondía tanto al género como a la condición social. Los hombres de estamentos superiores recibían una educación teórico-práctica, para liderar la sociedad, en los denominados yachayhuasi; mientras que algunas mujeres recibían una educación para servir como sacerdotisas o vírgenes del sol en los acllahuasi. El resto de la población recibía una educación predominantemente familiar y práctica, donde el trabajo adquiría un valor fundamental.
Por tanto se puede concluir que tanto aztecas como mayas poseían modelos educaciones similares: altamente estratificados, con establecimientos formales de educación y con una entrega de conocimientos diferenciada según la función de cada género y estamento. Por su parte los tupis, que carecían de la complejidad socio-político-cultural y económica de las sociedades nombradas anteriormente, poseían un modelo educativo informal y asistemático. Sin embargo y más allá de sus diferencias, en los tres casos la educación cumplía una función fundamental: la reproducción de la cultura y la estructura social.
El texto de Gregorio Weinberg sobre la educación pre- hispánica nos permite caracterizar la estructuración y las funciones que al interior de las comunidades tupi, azteca e inca cumplía la educación.
Los tupi eran un pueblo originario de la selva amazónica que se extendió hasta la costa del Atlántico, el cual poseía un modelo educacional fundamentado en la familia y la imitación, y orientado hacia formas prácticas de conocimiento. Se estructuraba sobre tres fundamentos: valor de la tradición, que permitía reproducir conductas y comportamientos; valor de la acción, que permitía poner a la acción como la forma esencial de aprendizaje; y el ejemplo, entendido como la herencia y utilidad de los antepasados y las tradiciones. Estos fundamentos y los procesos de socialización, permitían satisfacer tres funciones esenciales: dominación de las generaciones antiguas sobre las jóvenes, reproducción cultural, e integración del sistema psíquico al sistema social. Una característica esencial se este modelo es la escasa diferenciación de conocimientos y labores entre sus integrantes.
Por su parte los aztecas habitaron Mesoamérica, y se caracterizaron un alto desarrollo político-social. Su modelo educacional se basaba en la diferenciación de género: los hombres para la guerra, la mujer para labores domésticas (Weinberg, 1995) y por condición social. Los hombres de estamentos superiores recibían su educación en los calmécac que les entregaba el conocimiento necesario para dirigir la sociedad azteca. A su vez, los hombres de estamentos inferiores recibían su educación en los telpochcalli donde se les adiestraba esencialmente para la guerra. Se observa por tanto que las clases dirigentes recibían un conocimiento que puede ser definido como intelectual, mientras que las clases bajas un conocimiento eminentemente práctico. Ambos establecimientos estaban a cargo de Estado, el cual imponía la obligatoriedad de la educación.
Finalmente los Incas, que habitaron en un territorio que comprende desde el actual Perú hasta el norte de Chile y que alcanzaron niveles de desarrollo similares a los aztecas, poseían un modelo educativo orientado a la socialización y a la consecución de fines políticos, destacándose su lenguaje (quechua) como instrumento de unificación y dominación. La estratificación de su modelo educativo respondía tanto al género como a la condición social. Los hombres de estamentos superiores recibían una educación teórico-práctica, para liderar la sociedad, en los denominados yachayhuasi; mientras que algunas mujeres recibían una educación para servir como sacerdotisas o vírgenes del sol en los acllahuasi. El resto de la población recibía una educación predominantemente familiar y práctica, donde el trabajo adquiría un valor fundamental.
Por tanto se puede concluir que tanto aztecas como mayas poseían modelos educaciones similares: altamente estratificados, con establecimientos formales de educación y con una entrega de conocimientos diferenciada según la función de cada género y estamento. Por su parte los tupis, que carecían de la complejidad socio-político-cultural y económica de las sociedades nombradas anteriormente, poseían un modelo educativo informal y asistemático. Sin embargo y más allá de sus diferencias, en los tres casos la educación cumplía una función fundamental: la reproducción de la cultura y la estructura social.